Comentario
Capítulo XXIII
Que trata de la plática y exhortación que hizo el general Pedro de Valdivia a su gente y la orden que les dio para caminar y lo que le sucedió en esta jornada hasta llegar al valle de Aconcagua
Allegado[s] al valle de Limarí donde estaban veinte de a caballo, los cuales hallaron con demasiada congoja y faltos de bastimentos y sin esperanza alguna, más de la que en Dios y en su madre sagrada tenían, porque había nueve días que no comían sino hierbas cocidas en agua y sin sal, y no tenían nueva cierta de su capitán. Y viendo que los veinte caballeros que hallaron en el valle tenían las misma[s] ansia[s], se estaban mirando unos a otros que apenas se conocían.
Estando ansí pensativos tan perplejos, así los españoles como los indios de su servicio, desconfiados del comer y de la vida, teniendo la muerte por vecina y hecho con ella partido, el cual no les era otorgado porque no les era seguro, fue servido nuestro Señor remediarlo, como siempre suele remediar. Y estando en aquesto llegaron los dos de a caballo que el general había enviado, los cuales, como vieron todo el campo junto, se regocijaron como hombres que iban regocijados y alegres en llevar nuevas que a todos alegrasen. Pusieron piernas a sus caballos y arremetieron diciendo a alta voz:
"¡Alegraos, señores, que Dios es con vosotros y con todos, que el general está ocho leguas de aquí, con tanto bastimento que habrá para diez mil hombres!".
Fue tanta la alegría que todos recibieron en saber de su capitán, y que tenía remedio para remediar tanta necesidad, que estaban casi fuera de sí de gozo, dando infinitas gracias a nuestro Señor Dios, en pensar que lo tenían seguro y la vida cierta, y la muerte apartada por aquella vía y aun olvidada en este tiempo.
Estando el general buscando más bastimento, tomó ciertos indios, de los cuales supo por nueva cómo habían visto por la mar una nao. Entendiendo que era la que en la ciudad de los Reyes había fletado, acordó de partirse para donde su campo estaba, llevando los bastimentos que tenía, con el cual fueron remediados. Y allegado que fue, fue muy bien recebido.
Luego acordó tomar nuevo trabajo. Tomó el avanguardia con toda diligencia. Salió de este valle con treinta de a caballo, [y] dejó todo lo restante del campo a su teniente Alonso de Monrroy para que a poco a poco fuese marchando hasta el valle de Mapocho, donde pensaban fundar un pueblo en nombre de Dios nuestro Señor y de Su Majestad Carlo Quinto, Emperador de las Españas, etc. Y al tiempo de su partida habló a todos generalmente en esta forma:
"Ya, señores y amigos míos, veis cómo la tierra toda está alzada, y el trabajo tan grande que todos habemos tenido en buscar y hallar bastimento para nuestra sustentación, y cómo los caballos y nosotros estamos en los huesos por buscarla.
"Yo tengo nueva por los indios de este valle que es pasado un navío la costa arriba, y si por no tener nueva de nosotros diese la vuelta, ya veis el daño que se nos recrecería. Demás de esto bien se puede entender seguramente que los indios no lo dirán, porque a nos conviene, ni menos les avisarán dónde estamos.
"Habéis de saber que de aquí al valle de Mapocho hay cincuenta leguas. Podrá ser que los indios tengan alzados los bastimentos y puestos donde ellos lo suelen poner, y pues Dios ha sido servido remediarnos, cada uno guarde y gaste moderadamente de lo que tienen porque no vengan a necesidad de ella, y en esto se tenga el aviso que conviene, aunque me parece que el hombre escarmentado seguro pasa el vado.
"A mí me conviene ir adelante a buscarlo, y tenerlo aparejado para cuando esto que tenemos venga a faltar. Y ya que yo prosiga mi camino, yo dejaré gente con lo que hallare que seáis remediados, como hasta aquí lo habéis sido. Y porque el invierno es sabido que viene muy breve, es bien dar orden en cómo no padescamos por estos caminos, porque siendo combatidos de tantas necesidades, causarían que antes que llegásemos adonde tanto deseamos, pereciésemos todos. Por estas causas nos conviene caminar y poner diligencia en negocio que nos es tan importante.
"Por tanto, yo, señores, os ruego y pido por merced a todos, vuestras mercedes en general, aunque soy cierto si particularmente cada uno de vuestras mercedes tuviesen el cargo, que yo tengo entendido se darían tan buena mana y con tan buen ánimo y diligencia, que les sobrase lo que agora nos falta. Y os doy mi fe y palabra de hacer lo que debo, gobernándome con toda la discreción que ser pueda.
"Y pues veis, señores, que en estas tierras donde Dios siempre ha sido servido hacernos infinitas mercedes, no tenemos de quién esperar socorro si no es el de Dios. Agora tenemos más tiempo que el que se puede pasar en allegar, donde tendremos mucha más confianza en la bendita madre de Dios. Por tanto, tengamos firme fe, pues vamos con intención santa y muy buena, que es aumentar nuestra Santa Fe católica empleando en ella nuestras personas con toda voluntad".